Utopia y revolución

¿Qué es una utopía? Según el DRAE, tiene dos acepciones cercanas: 1. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización; 2. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano. La segunda ha sido la más difundida y conocida. La idea de una sociedad futura, perfecta es un sueño muy antiguo; casi todas las utopías se remiten a un pasado remoto, es decir: hubo una vez una edad de oro. Así hablaban Homero, Hesíodo, Platón en El banquete (cuando Fedro se refiere a Afrodita Urania en contraste con Afrodita popular), Virgilio cuando habla sobre el reino de Saturno, la Biblia Hebrea (el paraíso terrenal). Cabe citar las utopías del renacimiento: las de Tomas Moro llamada Utopía, Tommaso de Campanella, La ciudad del sol y La nueva Atlántida de Francis Bacon. Decía Alfonso Reyes: “la ancha respiración del renacimiento corre por estas obras: libertad y cultura, alegría de pensar, y pensar bien”.

Se trata de imaginar cómo sería un mundo donde no hubiera malestar, en el que no habría miseria ni codicia, ni pobreza ni enfermedades ni miedo ni peligro de un trabajo embrutecedor. Las diferentes utopías de Occidente pueden contener estos mismos elementos. Su característica principal es que son estáticas como la sociedad ha alcanzado un óptimo de felicidad nada puede alterarse en ellas, no hay ninguna necesidad de cambio pues todos los deseos humanos naturales están colmados. El filósofo polaco Leszek Kolakowski sostenía que mientras la utopía sea tan solo la visión de un mundo sin sufrimiento, tensión y conflicto, no es más que un ejercicio literario e inofensivo. Pero es siniestra cuando creemos poseer una especie de técnica de apocalipsis, un instrumento para dar vida real a nuestras fantasías. En este caso la utopía implica un fin último y todos los medios que conducen a él pueden parecer válidos. A los jerarcas comunistas, revolucionarios socialistas, esta fantasía les da un marco conceptual muy conveniente: sobrevendrá un mundo perfecto de unidad y felicidad; podrá suceder en cien años o quizá en mil años, pero su certeza justifica el sacrificio de las generaciones presentes. Esta certeza, de acuerdo con Marx y Engels es real puesto que se trata de una conquista del “socialismo científico”, superación del socialismo utópico.

Sin embargo, nadie puede prohibirnos, ni sería deseable, pensar en términos de valores difíciles de realizar, según la segunda acepción del DRAE. Hay algo natural en nuestra búsqueda de un mundo mejor después de todo, muy poco se habría progresado si el hombre no hubiese pensado en cosas mejores. En este sentido la utopía es quizá parte permanente de la vida humana. Pero se vuelve muy peligrosa cuando empezamos a querer institucionalizar la fraternidad humana o cuando –como todos los marxistas- confiamos en arribar a la unidad perfecta y la felicidad a través de la violencia y los decretos burocráticos.

No necesitamos releer a Marx, Engels, Lenin y toda la sucesión de marxistas para saber y sentir que la sociedad capitalista o burguesa padece de grandes males y que ha traído indeseables calamidades a la humanidad. De ahí se comprende que los hombres traten, unos de reformar el sistema y otros de transformarlo radicalmente, es decir, no mediante la evolución sino mediante la revolución social: destruir el capitalismo y reemplazarlo por el comunismo, que sería la sociedad de la fraternidad y la felicidad. De esta manera, decía Mariano Picón Salas, que la palabra revolución tuvo vibrante vigencia explosiva en los años que precedieron a la Guerra Mundial II, y que tanto las gentes de izquierda como las de derecha invocaron míticamente ese vocablo que les permitiría forjar de nuevo el mundo a imagen y semejanza de un paraíso terrenal. Ese paraíso no tenía fecha de llegada, pero era inevitable: así lo establecía el socialismo científico. Es una ley inevitable. Para los pensadores utópicos de esta tradición el final feliz es una serenidad sin fin, la luz de una sociedad estática libre de conflictos una vez que el Estado se ha extinguido y toda autoridad constituida se ha desvanecido; surgiría un hombre nuevo, racional, cooperativo, virtuoso, dichoso y libre. Se trata de un intento por tener lo mejor de dos mundos: permitir el conflicto inevitable, consustancial con la sociedad, pero creer que, al mismo tiempo que inevitable, es un estadio temporal en el camino de la autorrealización de toda la realidad.

Surge la pregunta ¿por qué la historia habría de tener una estación final? Picón Salas en su libro Regreso de tres mundos (1959) dice con lucidez: “Dialécticamente dentro de la libertad ‘burguesa’ se engendró el marxismo, como será de esperar que éste, dentro de doscientos o trescientos años, genere otra teoría diferente. De otro modo negaríamos la dialéctica. Porque la idea de Revolución era para mí llegar mucho más lejos a aquel hermético paraíso de bronce en que se troco la llamada dictadura del proletariado. Negando la dialéctica, los intelectuales comunistas durante treinta años no quisieron perturbar los sueños y los planes del camarada Stalin. Y Stalin debía pensar –con autoridad de dogma- no solo sobre política sino también sobre genética, filología y pintura. ¿No era, en territorio opuesto, lo mismo que decía el ministro de Justicia de Adolfo Hitler?: ‘antes teníamos el hábito de decir qué es esto: ¿justo o injusto? Hoy la pregunta tiene que formularse de otra manera: ¿qué es lo que diría nuestro Führer?’”. Ese ministro era el siniestro Paul Joseph Goebbels.

Pero ha habido el suficiente progreso y tiempo para permitir al mundo, con excepciones, ver la verdad: en 2017 se cumplen 100 años de la Revolución Bolchevique, que implantó el socialismo en Rusia bajo la tutela del PC. En efecto en 1989 fue derribado el muro de Berlín y en 1991 fue disuelta la Unión Soviética, y tras ella cayeron, como soldaditos de plomo los países socialistas satélites. La consigna de Lenin, “todo el poder a los soviets”, no sólo no se cumplió sino que se deformó de tal manera que el Estado se convirtió en un instrumento de tortura y suplicio, creador de los ominosos Gulags y de purgas que encarcelaron y mataron a millones de personas.

China primero, y luego Vietnam, ante tal catástrofe cambiaron de rumbo: no obstante la férrea dominación de los respectivos PC, abrieron un amplio sector capitalista en sus economías. Fue Deng Xiaoping, quien en 1978 sentenció: la solución no está en las comunas, está en el mercado. Quedó así sepultado Mao con todas sus comunas. El fracaso del socialismo que realmente existió –un socialismo de Estado- es una evidencia histórica, un hecho irrefutable. Por eso se ha dicho que tratar de revivirlo es un acto de locura, interpretada como tratar de volver a hacer lo mismo una y otra vez sin que el resultado cambie.

¿Por qué en Venezuela, desde la época de Chávez hasta el presente Padrino/Madurista se sigue insistiendo, no sólo en la idea de un socialismo de Estado que va configurando una tiranía mayor que las preexistentes? El Socialismo significa, de hecho, el Estado propietario de las vidas humanas. El punto clave es este: no se necesitó distorsionar fundamentalmente al marxismo para que sirviese a las clases privilegiadas, la burocracia, los militares y los militantes del partido, como instrumento de autoglorificación. Se quiso eliminar, o al menos reducir el muestrario multicolor de la irrevocable variedad de los temperamentos humanos y sus ideales, reducidos brutalmente a la uniformidad. Al igual que el fascismo de Mussolini, y el nazismo de Hitler, el comunismo se convirtió en un sistema totalitario. Hannah Arendt lo mostró claramente.

Kolakowski lo dijo claramente en un discurso memorable pronunciado en 1977 en el Pen Club Polaco:

El arma secreta del totalitarismo [es] emponzoñar con odio toda la trama espiritual del hombre, despojándolo así de su dignidad”.

En su obra mencionada Picón Salas nos dice “Casi negando la Historia, entre la sociedad que debía nacer y las épocas anteriores aquellos fanáticos [los gélidos hombres de partido] erigían una solución de continuidad, y con los epítetos de ‘burgués’ y ‘reaccionario’ hubiera negado el arte y la literatura de las edades precedentes”. La uniformidad mata, la sujeción a una sola ideología, no importa cuán razonable e imaginativa sea, roba a los hombres su libertad y su vitalidad.

Ensamblaje para entendernos

AUTOR: Héctor Silva Michelena, Economista, professor, Universidad Central de Venezuela

El 31 de marzo de 2016, en El Nacional, el padre Luis Ugalde escribía: “En Venezuela, tras el triunfo electoral del 6-D, luego de los primeros desahogos alegres, hay el peligro del bloqueo de los cambios: el gobierno, como no puede ni con todos sus motores verbales, se encierra en el castillo del poder y llama en su defensa al servil Poder Judicial y a la inestable lealtad de las armas. Mientras que los opositores demócratas concentran su esperanza en el Legislativo. Aunque el TSJ hable de leyes no ejerce de juez sino de parte, ni el debate es jurídico sino de poder político para someter al otro. El juego está trancado, entre el Legislativo haciendo nuevas leyes, y el Judicial bloqueándolas de antemano. Pero la miseria y desesperación de la gente avanzan y exigen cambios de fondo” (Elogio de la política, UCAB, 2016).

Más adelante, en el mismo artículo, el pare Ugalde formula esta proposición: “Para desbloquear el camino y reconstruir al país es imprescindible llegar a un acuerdo sobre un gobierno de salvación nacional con compromisos básicos respaldados por parte del chavismo y de la oposición democrática, con medidas de cirugía mayor para recuperar la democracia, con una economía que atraiga inversión, crecimiento y abastecimiento para una sociedad que recupere la esperanza”.

La excelencia del texto excusará la extensión de la cita. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? En los más de ocho meses transcurridos, el juego no sólo sigue trancado, sino que en el coto cerrado donde juegan payasos hipócritas que, fingiendo y fingiendo, han dado la espalda a millones de venezolanos, hiriendo de muerte a la esperanza y ahondándolos en la miseria. Sólo la camarilla gobernante, milico-civil, se ha beneficiado con esta calamidad pública, ya demasiado larga. No se requiere ser un sabio en ciencias sociales para sospechar que, bajo su aparente pasividad, emerge un volcán que vomita azufre y cenizas tóxicas.

En una entrevista reciente conducida por el lúcido periodista Alonso Moleiro (AM, en Tal Cual, 17 al 23 de noviembre), el ex rector de la UCAB afirma sin tapujos: “Esto es una dictadura con miseria para la mayoría”. Ante la pregunta de AM, Ugalde responde: “Yo te quiero decir por qué digo ‘arbitrariamente’ que estamos en una dictadura. En un país donde en una elección la oposición triunfa con dos tercios de la Asamblea y se dice ‘esa Asamblea cualquier decisión que tome es inválida, sin importar sin importar cuál es la argumentación’. Segundo, el Poder Judicial hace lo que yo, el Ejecutivo, le pido que haga; los militares sirven, no para proteger la Constitución, sino para defender al régimen (…) el control es total y el ideal para el dictador es que l dictadura sea aceptada por los súbditos”. Más claro, ni los claros clarines del gran Darío.

AM pregunta: ¿cómo se enfrenta una dictadura? Ugalde: “Lo peor que se puede hacer es empezar a regatear con la dictadura. Estamos secuestrados: nos secuestraron las elecciones, el abastecimiento, las medicinas, nos metieron un montón de presos a los que les han inventado delitos. La tentación puede ser empezar a rebajar, como ‘no me das todo’ porque eso es lo que se hace con el secuestrador. Pero eso es lo que no se puede hacer”. Yo, HSM, lo comparto. Empero, ¿no se está haciendo ya?

Consecuente con todo lo que ha predicado y escrito, el padre Ugalde nos propone lo siguiente para lograr un gobierno de salvación nacional: “Yo creo que un reto para los demócratas es comunicación, comunicación, comunicación con la población en doble dirección. En estos días ha habido mucha confusión. Uno entiende por la presión que tienen los dirigentes, incluso se enredan entre ellos, pero tiene que quedar claro que una cosa son las diferencias y otra cósala gran batalla. Y eso, la fuerza que tiene la oposición es que el 90% del país está desesperado y quiere la salida y la Constitución le da la razón. Entonces se tiene que pedir este matrimonio y no podemos inventar otra cosa”.

AM: ¿y qué opinión le merecen los militares? Ugalde: “Aquel sector de la Fuerza Armada que es clave para mantener esta dictadura es una vergüenza. Es decir, la FA tiene la obligación de defender la Constitución y realmente, y estando en esta situación, evidentemente, si el Gobierno no tiene la mayoría, ¿por qué se mantiene?, porque tiene la fuerza y la ejerce. Dice que cree que puede haber elecciones, pero hay que presionar duro al gobierno con la AN, y la acción internacional. Afirma que no se pueden dar largas porque eso aumenta la tortura de pueblo venezolano, que hace colas para comer y curarse pero no encuentra los productos.

Elías Pino Iturrieta, en su artículo en EL Nacional (04/12/16), después de arrancarle el embustero y tramposo mascarón de proa, y desnudar su dislexia coprológica, nos dice que Maduro “viene afirmando en los últimos días que mantendrá la mesa de diálogo hasta 2020 o 2021, y que evitará que los interlocutores la abandonen. ¿Puede caber una mofa de mayor estatura? ¿Se puede uno imaginar una befa más grande?”. Y concluye muy bien su notable artículo: “En suma, Maduro afirma que terminará su mandato, que lo prologará hasta las calendas griegas valiéndose de un simulacro de diálogo, es decir, emborrachando las estúpidas perdices”. Pausa y sigue.

“La analogía con las perdices va con los líderes de la oposición que guardan silencio que guardan silencio con la descarada operación y que acudirán raudos a la próxima reunión, pero también con el señor a quien le toca repartir la baraja: el delegado pontificio. Rodríguez Zapatero y sus colegas deben estar felices de la vida, como partes esenciales de la jugada y como observadores de lo que ya parece idiotez establecida en nuestra sociedad. Nada nuevo bajo el sol venezolano, si nos atenemos a cómo nos miente sin consecuencias todos los días el embustero mayor de la comarca”. ¿Cómo medirle la nariz a este Pinocho no inocente?

Yo sigo insistiendo que quienes han secuestrado el poder son perros de presa: no la sueltan sino con su muerte. Esa presa se llama “Poder”, y el Poder da acceso al dinero público. “Poderoso caballero es el dinero”, nos enseñó hace mucho tiempo el gran Quevedo.

¿Qué hacer, pues? Leamos el artículo 350 de la Constitución: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”. ¿Quién y cómo se interpreta este artículo? Sencillamente, el pueblo soberano y se interpreta como un derecho a la rebelión. El gobierno y sus órganos del Poder Público (menos la AN, desde luego) y el alto mando militar están incursos en lo pautado en el artículo constitucional citado y, por lo tanto, el pueblo debe desconocerlos. Y punto.

I. La guerra o el modelo ¿quién es el villano?

AUTOR: Héctor Silva Michelena economista e professor (UCV) Caracas
RUBRICA: Notas de pesquisa – conceitos

Decía el gran físico Werner Heisenberg que “la cosa observada no es independiente del observador”. Entre ambos se interponen innumerables notas distintivas prejuzgadas puestas por una larga sucesión de generaciones. Todos padecemos de prejuicios cognitivos. Un prejuicio cognitivo es una distorsión cognitiva que afecta al modo en el que los humanos perciben la realidad. Las categorías generales de prejuicios se establecen a partir de creencias basadas en las costumbres, tradiciones o mitos que se adjudican a determinado grupo. Como tal, se originan primero hacia un individuo, luego se atribuyen a todo el grupo al que pertenece ese individuo, y, a continuación, se aplican a todos los individuos del grupo: Fascismos, militarismos.
Los especialistas sostienen que los prejuicios surgen de la necesidad del ser humano de protegerse de todo aquello que reconoce como potencialmente peligroso. Los prejuicios, en este sentido, actúan proporcionándole la posibilidad de tomar decisiones firmes y rápidas que eviten situaciones peligrosas. Ejemplos: El Gobierno: la guerra económica que Maduro y su gobierno dicen que han lanzado los agentes económicos y políticos contra el Proyecto Bolivariano. La oposición: J.P. Olalquiaga, presidente de Conindustria, ha dicho: “El Gobierno sigue quebrando las empresas que quedan en el país. Necesitamos un nuevo rumbo en materia económica, llegamos a un problema no político sino de fuerza, y la fuerza está en el cambio que quieren los venezolanos”.
¿Cuál es el problema? ¿De  fuerza? Sí, pero no de las armas, sino de la soberanía y el querer del pueblo. La grave crisis societaria que sufre Venezuela, cuyas manifestaciones más visibles son la escasez y la carestía persistentes de todos los bienes básicos para el ser humano. En pocas palabras, en Venezuela se ha instalado la “economía de la escasez”, característica de todos los socialismos que existieron y existen. ¿Quién se acerca a la verdad? Veamos.
¿Qué son las leyes económicas? Clásicos del marxismo: Son las interdependencias objetivas y las conexiones de causa y efecto esenciales que persiste en los procesos y fenómenos económicos, y sin las cuales no se puede hablar de relaciones de producción en su integridad y desarrollo. Según Marx, el hombre no puede crear, cambiar o abolir las leyes económicas, pero puede descubrirlas, conocerlas y utilizarlas en provecho de la sociedad. Utilizar las leyes económicas significa concordar la acción humana con las exigencias de dichas leyes. Si la economía es de mercado, estas leyes no pueden ser abolidas por el hombre, pero sí orientadas en provecho de la sociedad. ¿Cómo? Mediante la acción de las políticas públicas.
La política económica,  puede reorientar los flujos monetarios (presupuesto) para redirigir los flujos reales y utilizarlos en provecho de la sociedad. ¿Cuál es esta política en el gobierno? Están en el Plan de la Patria, de Chávez (letra muerta) y en la Agenda Económica Bolivariana de Maduro: 15 motores productivos y los CLAP.
Para los no-marxistas, clásicos y neoclásicos: las escuelas fundamentales son la clásica, la neoclásica y la keynesiana. Estas, a su vez, tienen sub-escuelas: neoclásicas, síntesis neoclásica, neo-keynesianismo, post-keynesianismo, etc. Todas ellas tienen (no los clásicos) un denominador común: la evaluación personal de la utilidad de un objeto es la fuente del valor de esos objetos, y esa utilidad expresa las preferencias del consumidor.  Todo esto es válido, aunque modificado, en los casos de competencia imperfecta, oligopolio, intervención estatal, información asimétrica. Amartya Sen introdujo un matiz importante: un bien es útil si quien   lo recibe (compraventa, regalo, donación) sabe y está en capacidad de darle utilidad. Si un hogar, que ha vivido largamente o toda su vida en un rancho, recibe una vivienda, donada o subsidiada, no sabrá cómo utilizarla bien, y meterá el rancho en su nueva vivienda.
¿Qué es la escasez y cómo se cuantifica? El concepto no es absoluto, es una relación entre el consumidor (la demanda) y el bien (la oferta). Un almacén puede ofrecer pocos  bienes, pero si nadie los demanda, esos bienes no son escasos. Puede que una empresa produzca, y distribuya, una gran cantidad de productos, pero si el crecimiento de la demanda es mayor, suben los precios o se evidencia la escasez. Si esta persiste, entonces el consumidor compra más, para proteger el alimento de su hogar. Y si aún se sostiene largamente, la escasez se reproduce. Y esto es lo que está ocurriendo hoy en  día en Venezuela.
¿Cómo se cuantifica? Hay dos métodos frecuentes: 1) la programación lineal (PL), y 2) la elaboración de índices. La PL es un procedimiento matemático para calcular un plan óptimo de actividades. Por ejemplo, una empresa busca determinar el máximo o el mínimo de un objetivo de beneficio o producción, bajo restricciones específicas para satisfacer una demanda que estimó. Si los recursos productivos de que dispone (insumos, divisas, máquinas, trabajo) son insuficientes (restricciones), entonces la firma no podrá satisfacer la demanda estimada, y se   abrirá una brecha respecto a la oferta; el resultado es la falta del producto, que puede ser transitoria, pero si este evento  se repite con mucha frecuencia, es decir, se hace crónico, se convierte en escasez.
En cuanto a los índices, existe el que labora el BCV, que no siempre es publicado. En el caso de la escasez crónica (la ex URSS, Cuba)) ocurren cientos de miles de esos eventos elementales. La intensidad de la escasez depende de la frecuencia de esos eventos. Al ser un fenómeno masivo puede ser descrito estadísticamente. Y, mediante métodos apropiados, con los hechos  observados se elabora un indicador que muestra la frecuencia con la cual ese evento ocurre. Contrastándolos con los resultados de la PL, se determinan las causas del fenómeno. Surge así la pregunta:
¿Por qué la producción ofrecida es insuficientes para satisfacer la demanda de los artículos regulados? El gobierno insiste en que los agentes económicos privados (la burguesía) y los partidos de oposición lanzaron una  guerra económica contra el Proyecto Bolivariano.  Pero hay un dato irrefutable: los resultados de las elecciones a la AN el 6D pasado. El gobierno no los supo ni los sabe leer todavía: según los expertos, se trató de un voto castigo a una mala gestión: el pueblo sufría para comer, hallar sus medicinas y artículos de higiene personal y del hogar.
De ahí los decretos de Estado de Excepción y  Emergencia Económica (enero) y el muy reciente que crea la Gran Misión de Abastecimiento Soberano (Gaceta Oficial del 11 de julio 2016), muy bien analizado por José I. Hernández en Prodavinci. El Órgano Superior del Comando, que asumirá  la gestión ordinaria del Comando Nacional, tendrá como Jefe al Ministro de la Defensa quien, desde la unión cívico-militar, deberá “aprovechar la capacidad operativa de La FANB en todo el territorio del país […] para la garantía de los derechos a la alimentación y la salud […] en la aplicación del principio de corresponsabilidad en la defensa de la seguridad de la nación […] en la cual la FANB debe participar activamente”. Así que, Mauro y el general Padrino López, Jefe del Órgano Superior, han declarado la guerra “no convencional” contra los contra los contrarrevolucionarios: empresarios, partidos de oposición, y todos los disgustados y críticos de su gestión económica.
Algunos datos: según Conindusria, en 2016  la capacidad utilizada fue de 36%, la producción cayó un 61%; las restricciones fueron, en este orden: falta de materias primas, nacionales e importadas, falta de divisas, incertidumbre jurídica y política, economía controlada, fallas eléctricas. Estas son condiciones de alto riesgo, que frenan la propensión a invertir y estimulan la fuga de talentos y de empresas extranjeras. Pese a que el gobierno de Nicolás Maduro ordenó la ocupación de la planta y oficinas de la empresa por parte de los trabajadores locales, con Kimberly-Clark, son 16 las multinacionales que han optado por salir de Venezuela desde 2010. El deterioro de las condiciones económicas y de negocio fue el motivo principal de su salida.
En la agricultura y cría,  Antonio Pestana explica la situación así, en una entrevista con Deutsche Welle (TV alemana): Señor Pestana, ¿cómo le explicaría FEDEAGRO a una audiencia extranjera los factores que propician la escasez de alimentos en Venezuela?
Antonio Pestana: Las principales causas de la dramática situación que vivimos son la falta de garantías económicas, de seguridad jurídica y de seguridad personal; la escasez de insumos y de personal capacitado; serios problemas de desarrollo tecnológico y de financiamiento; y la falta de competitividad de la producción nacional frente a las importaciones. Férreos controles hacen que el precio de muchos de los bienes esenciales tienda a estar por debajo de los costos de producción. En otras palabras, la producción agraria no es rentable.
La integridad de nuestras unidades de producción tampoco está garantizada. Según las cifras oficiales, el Gobierno ha confiscado 5,2 millones de hectáreas en 1.200 unidades de producción en la última década. Hoy en día, las tierras confiscadas producen menos de lo que lo hacían con sus propietarios originales o no producen. A eso se suma la inseguridad personal: la violencia delictiva –los robos y los secuestros, por ejemplo– hace estragos en los campos agrícolas del país. En algunos casos, nos impide ir a nuestras unidades de producción; en Venezuela se tienen 35 millones de hectáreas de tierras con mucho potencial, pero apenas se utilizan 11 millones.
Exceptuando al fertilizante nitrogenado, en Venezuela no se producen agroquímicos; éstos deberían ser importados. Pero, como tenemos un control de divisas muy severo y los dólares se asignan de manera discrecional, el sector agrario no ha podido honrar sus compromisos con empresas extranjeras; ya se nos percibe como deudores morosos y se nos ha cerrado toda línea de crédito. Ahora dependemos de lo poco que importa el Estado y esas limitaciones hacen que las superficies cosechadas se reduzcan considerablemente.
La empresas privadas que solían importar maquinaria, implementos y repuestos ya no lo hacen. También en ese caso dependemos totalmente de las adquisiciones que haga el Estado. La vida útil del 65 por ciento de nuestros tractores y del 85 por ciento de las cosechadoras ha caducado. Ese grado de obsolescencia y la falta de repuestos llevaron nuestra capacidad para producir al mínimo. Por otro lado, el Gobierno no le ha dado la importancia que merece a la capacitación, la generación de conocimiento y su transferencia.
En Venezuela, un índice de inflación de tres dígitos hace que la cartera agrícola obligatoria aumente su valor en términos nominales; pero, en términos reales, ésta pierde valor con cada día que pasa y eso limita la capacidad de invertir. Por si fuera poco, la sobrevaluación del dólar desestimula la compra de productos nacionales y le da impulso a las importaciones, muchas de las cuales han sido llevadas a cabo de manera oportunista por algunos empresarios y miembros del Ejecutivo.

Conclusión
Los empresarios del campo y la ciudad sostienen, pues, que el problema encuentra sus raíces  en el proyecto económico implantado por Chávez, y seguido por Maduro, que ha despilfarrado los enormes recursos percibidos, destruido la capacidad productiva doméstica, alimentado la inflación, y aumentado nuestra dependencia del ingreso petrolero (97% de las divisas) y de proveedores foráneos. Recordemos a Heisenberg. ¿Qué observa el gobierno? Probablemente, estos mismos datos, pero temperados por el prejuicio oficialista. Y los juzga como datos de la guerra económica desatada por “actores económicos y políticos adversos al Proyecto Bolivariano”.
Su política económica procura el control total de la economía, pero no lo ha logrado porque los venezolanos se lo han impedido. La estructura institucional de la economía venezolana es, hoy en día, aproximadamente la siguiente: PIB público: 40%, PIB privado: 58%, economía social: 2%. ¿Sobre qué cantidad de capital y de empleo se levanta ese 40%? Nadie lo sabe. Como los sectores público y privado están monetizados y emplean trabajadores asalariados, se desprende 1) que en nuestra  economía rigen las leyes mercado, y 2) que el Estado, al tener asalariados, les extrae un excedente, como cualquier burgués. Sólo que en peores condiciones: son personas que pueden verse  obligadas a vender su voluntad. A desaparecer como ciudadanos.
¿Podrá la FANB, comandada por el general Padrino León, abolir las leyes de la economía de mercado? ¿Podrá reorientar la política económica en provecho de todos los venezolanos, sin que el gobierno cambie?